¿Tu verdad? No, la Verdad,

y ven conmigo a buscarla.

La tuya, guárdatela.

(Antonio Machado)

LA VIOLENCIA, UNA MIRADA DESDE EL DERECHO




Ponente: José H. González del Solar

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I.- LA VIOLENCIA

La fuerza es una aplicación de energía física o mental. La energía está en la constitución de cada persona como fuerza individual, y desde luego en la suma de personas como fuerza colectiva.

La aplicación de esa fuerza sobre algo o sobre alguien puede responder a una pulsión irracional (una simple descarga que alivia) o racional (una acción con finalidad) .

En uno u otro caso esa pulsión surge de una tensión existente, que puede tratarse de una presión interna o externa al individuo o al grupo.

Importa aquí –en cuanto al tema que se nos ha propuesto- la fuerza que tiene relevancia jurídica, la que muchas veces se ejerce en las relaciones humanas, sea en lo individual o en lo grupal.

Hay quienes hablan de violencia cuando se usa fuerza en las relaciones humanas, cualesquiera sean su modalidad y su finalidad. Por caso, es lo que hallamos en la corriente sociológica conocida como “crítica social” (Escuela de Frankfurt), que prescinde de consideraciones sobre su legitimidad ya que –en su opinión- la moral justifica la violencia cuando el fin se estima bueno, el derecho lo sanciona como medio para obtener un fin por loable que sea, y muchas veces –como sucede en las revoluciones triunfantes- la violencia termina creando derecho, derecho que a su vez se mantiene con nuevos actos de violencia (Walter Benjamín).

Nosotros desechamos esa perspectiva reduccionista, en que lo ideológico suele usar un disfraz científico, y que tiende en definitiva a sustentar el modelo sociológico del conflicto social y a admitir la violencia como medio válido para el cambio social.

En nuestra mirada, con perspectiva realista, reconocemos que el uso de la fuerza es algo que existe con frecuencia en las relaciones humanas, pero a la vez advertimos que ese uso puede ser legítimo o ilegítimo, benéfico o maléfico, plausible o reprochable, y que así es apreciado por el sentido común.

Hay un patrón al respecto, un cierto criterio de distinción, que cualquier observador aplica para calificar, más allá de la pasión que mueva a quienes se ven involucrados, de manera activa o pasiva, en un despliegue de fuerza. Es que la legitimidad o ilegitimidad de esa fuerza procede del derecho, de lo justo por naturaleza (iusta ex natura rei) o por convención (iusta ex condicto), y esto es lo que define su admisibilidad o su reprobabilidad .

En definitiva, y en razón del derecho, la fuerza ejercida sobre una persona o una cosa se justifica cuando reconoce a cada uno lo suyo (ius suum).

El uso ilegítimo es lo que llamamos VIOLENCIA . Que podemos definir, en consecuencia, como “la fuerza que el hombre ejerce ilegítimamente en su relación con otro hombre, sea en forma individual o grupal” .

Vale hacer notar, como testimonio literario, justamente el de la “Divina Comedia” que en su viaje al infierno, Dante Alighieri encuentra a los violentos en el séptimo de los nueve círculos infernales cuya profundidad denota el grado de maldad con que han procedido en vida los condenados .



II.- LA VIOLENCIA ES HUMANA

La violencia está en el hombre, que usa la fuerza sin derecho. Es algo que pertenece a nuestra experiencia ya que la vivimos por doquier, pues se presenta –de manera previsible o sorpresiva- en cualquier espacio o cualquier tiempo. Aunque los violentos suelen preferir o aprovechar determinados espacios, o determinados tiempos.

La violencia en el hombre responde a su naturaleza caída: el pecado original. El Libro del Génesis atribuye ese pecado a la soberbia, Juan Jacobo Rousseau a la propiedad privada.

Su resultante ha sido y es la violencia. Obsérvese que la violencia entre hermanos está en el principio, según lo revela el mismo Libro del Génesis: Caín y Abel. Es lo que ha llevado al pensador inglés Thomas Hobbes a sostener –en tesis célebre- que el hombre es lobo del hombre (homo hominis lupus).

En su dimensión fáctica, los sociólogos discrepan sobre su entidad. Mientras unos buscan una explicación causal a ese comportamiento desviado como fenómeno colectivo en base a tres paradigmas (lo estructural, lo utilitario, lo cultural), otros, advirtiendo la insuficiencia de tales enfoques, prefieren dirigir su búsqueda hacia una comprensión del sentido que cobra como fenómeno individual, lo que representa su uso para las personas involucradas.

Más allá de múltiples intentos que se han hecho para explicar o para comprender el fenómeno, con sus argumentos y sus limitaciones, tres ejes permiten entrever lo que propicia y da curso a la violencia en la humanidad: la distancia, la frustración y el miedo, y la definición de una estrategia.

Una diferenciación social creciente (por preferencias, clases, etnias, culturas, credos), puede llevar, si no hay una acción inteligente (de los involucrados en la relación, de quienes gobiernan, etc.) que garantice la cohesión y la solidaridad en el colectivo, a un distanciamiento en que se vive al otro (alter) como un extraño primero, como un intruso después, y como un obstáculo para la propia felicidad al final. El etnocentrismo es una clara expresión de distanciamiento.

La frustración o el miedo que engendra el otro percibido como obstáculo se intensifican y surge el conflicto entre personas o sectores dentro de un mismo grupo (intragrupal), o entre grupos (intergrupal).

Ese conflicto hace presión y, si los involucrados no buscan medios conforme a la razón y la justicia para superarlo, tarde o temprano deriva en una estrategia dirigida a aliviar la tensión o acallar la misma confrontación. En definitiva, suprimir al alter como obstáculo para la propia gratificación.



III.- LA VIOLENCIA POLÍTICA

Dado que la violencia se muestra como connatural al hombre, según lo antedicho, a lo largo de la historia humana se ha experimentado como algo que le sucedía en la sociedad, es decir en la convivencia con sus congéneres, la cual también, desde luego, le es connatural.

Sin embargo, el acontecer en los tres últimos siglos permiten hablar ya de la violencia como algo propio de la sociedad. Esto ocurre en el contexto de la llamada “cuestión social”, un despiadado distanciamiento social que ha instalado la violencia como herramienta política a despecho de su justicia.

Nos referimos a la revolución , primero la burguesa de 1789 y sus derivaciones, después la proletaria de 1917 con alcance mundial, y todo el desasosiego que acarrean hasta hoy los múltiples conflictos que el capitalismo no ha resuelto en una sociedad encaminada hacia el consumo.

En la estrategia se advierte que la ideología opera como motor, y por lo mismo la utopía se alza como fin: recrear el paraíso terrenal, para los burgueses en base al mercado, para los segundos en base al comunismo.

En la revolución burguesa prevalece la libertad sobre la igualdad, y conducen –en la realidad- a la explotación del hombre por el hombre.

En la revolución proletaria prevalece la igualdad sobre la libertad, y conduce finalmente a la dictadura del proletariado.

Ambas usan de la fuerza para imponerse, y explican las múltiples guerras, grandes o no, que han ensangrentado a la humanidad durante el siglo XX y lo que va del XXI (Irak, Afganistán, etc.). Jean Paul Sartre (en “Les Comunistes et la Paix”, Situations, 6, Paris, Gallimard, 1964) reconoce que hay violencia en las distintas formas del comunismo, pero considera “admirable” al que se opone al capitalismo liberal.



IV.- LA VIOLENCIA DOMÉSTICA

La violencia doméstica es tan antigua como la violencia misma.

El ejercicio de la autoridad paterna ha llevado muchas veces al abuso, o por exceso o por desviación. Así, la fuerza se deslegitima.

Hoy, la violencia política constituye un acicate para la violencia familiar. Avistada como un medio válido para las conquistas (piquetes, pintadas, huelgas, lock-outs, motines, asonadas, etc.), se va percibiendo de igual modo para “salvar” los conflictos que la vida cotidiana suscita.

La violencia familiar victimiza al más vulnerable (el anciano, la mujer, el niño, el hombre débil o enfermo)

El descuido y el abuso (neglect and abuse) hacia el niño ha sido preocupación de la comunidad internacional, y especialmente del Instituto Interamericano del Niño fundado en 1927, que tuvo al eminente pediatra uruguayo Luis Morquio como su primer Director General.

La violencia en el niño está vinculada a la historia de la delincuencia juvenil. Sin embargo, en nuestro tiempo tiene expresiones que afligen más aún a la familia, porque se presenta como violencia contra sus mayores con frecuencia.

Esa violencia en la casa, que puede alcanzar a sus hermanos u otros convivientes, tiene sus acicates: Por un lado, la fractura familiar que lastima al hijo, y que muchas veces lo somete a un escenario no querido como ocurre en las familias ensambladas (stepfamilies); por otro lado, las múltiples frustraciones en un contexto social que estimula y valora en grado sumo el consumo de bienes materiales muchas veces inalcanzables (la anomia lleva a la transgresión, al desahogo, o a la huida mediante la droga el alcohol o el suicidio); y finalmente el consumo de sustancias psicoactivas pues, bajo sus efectos o los que produce la abstinencia, acometen contra quienes son los responsables del orden en el hogar.



V.- LA ATENCIÓN DE LA VIOLENCIA DOMÉSTICA

La intervención de los Juzgados de Menores en el marco de la ley prov. 9.053 servía a la protección integral. Asumía el conflicto y, con pleno respeto a los derechos y las garantías constitucionales, procuraba una solución que contemplase el interés superior del niño, esto es la máxima satisfacción posible –integral y simultánea- de esos derechos.

La intervención de los Juzgados de Niñez, Juventud y Violencia Familiar en el marco de la ley prov. 9.283 tiene, en cambio, un alcance meramente preventivo: Poner mayor distancia entre el violento y las personas victimizadas. Es una solución: desde luego que no. El conflicto subsiste, todo lo que está en juego queda pendiente, y la convivencia suele reanudarse en tales circunstancias, con lo que tiende a renovar los episodios de violencia con mayor crudeza.

La ley judicializa la prevención, pero con miras cortas. Pensamos que una política sobre violencia familiar debe satisfacer niveles de prevención, y por ello empezar en los mismos servicios que competen al Poder Ejecutivo, para luego –cuando el conflicto subsiste- confiarlo al pronunciamiento del Poder Judicial.

Esto así, porque se advierte como muy conveniente que personal especialmente preparado –¿porqué no agentes de la educación social?- ingresen al seno mismo del grupo en conflicto para detenerlo, cuando hay tiempo, o bien para reconducirlo a ámbitos adecuados de superación como los entes de mediación.

Finalmente, la intervención del Poder Ejecutivo y su Secretaría de Niñez, Adolescencia y Familia en el marco de la ley prov. 9.944, que viene a suplir el servicio que antes brindaban los juzgados de menores, deja hasta aquí enormes interrogantes.

Sabido es que los Juzgados de Menores brindaban a la niñez un amparo jurídico privilegiado, y la ley 9.053 garantizaba plenamente el acceso a la justicia, el debido proceso y la defensa.

El cambio de sistema que introduce la ley prov. 9.944, y que da prioridad a la intervención administrativa sobre la judicial, no ha recibido recursos suficientes para garantizar la protección del niño , y mucho menos garantizará –por su misma naturaleza- que los interesados gocen de garantías procesales de rango constitucional, pues sólo ha previsto el control judicial de la actuación administrativa cuando se dispone que un niño sea retirado de su familia (art. 40 ley nac. 26.061, arts. 56 y 57 ley prov. 9.944).



PALABRAS FINALES

Al terminar, hago mías estas reflexiones desde distintos campos del pensamiento:

Ojo por ojo, y todo el mundo acabará ciego.

(Mahatma Gandhi (1869-1948) Político y pensador indio)

La violencia crea más problemas sociales que los que resuelve.

(Martin Luther King (1929-1968) Activista estadounidense)

La violencia jamás resuelve los conflictos, ni siquiera disminuye sus consecuencias dramáticas.

(Juan Pablo II (1920-2005) Papa de la iglesia católica)



Bibliografía

Arteaga Botello, Nelson: “El espacio de la violencia: un modelo de interpretación social”, http://www.philosophia.cl/biblioteca/Benjamin/violencia.pdf.

Benjamín, Walter: “Para una crítica de la violencia”, http://www.philosophia.cl/biblioteca/Benjamin/violencia.pdf.

Caponetto, Mario: “Una reflexión filosófica acerca de la violencia”, http://www.notivida.org/Articulos/Violencia/Una%20reflexion%20filosofica%20acerca%20de%20la%20violencia.html

Chamorro Greca de Prado Hilda: “El concepto de anomia. Una visión en nuestro país”, http://www.acaderc.org.ar/doctrina/articulos/artanomia/?searchterm=violencia

Romero, Aníbal: “Sartre: Filosofía de la violencia”, http://anibalromero.net/Sartre.pdf

( En Jornada sobre “La Violencia, hoy”, Universidad Católica de Córdoba, Instituto Jacques Maritain, Córdoba, Septiembre de 2011).-